Mar-04-10 - por Rosendo Fraga - Colunista do site Nuevamayoria.com (ótima dica para quem quer acompanhar a política da América Latina).
El discurso de la Presidente Cristina Kirchner -el segundo en la semana- confirma que la crisis institucional abierta el 14 de diciembre con la firma del DNU que creaba el Fondo del Bicentenario, no sólo continúa abierta, sino que puede profundizarse.
La historia muestra que desde 1983, cuando el gobierno pierde la elección previa a la presidencial -como sucedió con Alfonsín en 1987, Menem en 1997 y De la Rua en 2001-, pierde el poder. El primero renunció anticipadamente y el último abandonó el poder promediando el mandato. De los tres casos sólo Menem, aunque tuvo que renunciar a su pretensión de un tercer mandato consecutivo, mantuvo la gobernabilidad hasta el último día. Pudo hacerlo porque conservó la mayoría en el Congreso y el apoyo del PJ. La cuestión con Kirchner es que ha perdido la mayoría parlamentaria y el apoyo del PJ es relativo; de allí los riesgos para la gobernabilidad.
Es así como la derrota en la elección pre-presidencial en el caso argentino implica una pérdida de poder prematura y anticipada. Es que en las cinco elecciones pre-presidenciales anteriores a la de 2009, perderlas implicó hacerlo también en la presidencial siguiente y esto acentúa la pérdida de poder. En política es como en los mercados: quien tiene futuro tiene presente, y quien pierde el futuro, pierde el presente.
En la cultura política argentina hay poca predisposicion a compartir el poder y este es el centro del problema. El kirchnerismo es una versión extrema de esta característica de la cultura política argentina: o se tiene todo el poder o no se puede gobernar. Ello lleva a una política del todo o nada, como está sucediendo ahora. Se ha creado una cultura de acuerdo a la cual si el Ejecutivo no controla el Congreso y la Justicia, no se puede gobernar.
La solución francesa de la cohabitación -cuando una presidencia socialista compartió el poder con un primer ministro de derecha- sería lo deseable, pero es poco probable para la Argentina por la característica mencionada de la cultura política argentina, en la cual no se sabe compartir el poder. La última experiencia de gobernar en coalición fue la Alianza y culminó en la grave crisis de 2001-2002.
Ahora, voceros del oficialismo han señalado que presentarían una denuncia judicial contra el Vicepresidente Cobos, acusándolo de haber violado el reglamento del Senado al presidir la sesión en la cual la oposición tomó el control de esta Cámara.
No sólo en la Argentina, sino en el mundo, es difícil encontrar casos de un Vicepresidente que tiene más del doble de imagen positiva que el Presidente y que además es el principal candidato a Presidente de la oposición. A veces, pienso que el poder hoy en la Argentina se parece al misterio cristiano de la Santísima Trinidad: una Presidente formal que es Cristina Kirchner, un Presidente real o de facto que es su esposo, Néstor Kirchner, y un Presidente de la imagen que es Julio Cobos.
El rol del Vicepresidente ha sido consecuencia de las circunstancias. En la madrugada del 17 de julio de 2008, cuando desempató con su voto en el Senado en contra del oficialismo, su intención explícita fue buscar un acuerdo y evitar votar contra el Gobierno, pero Kirchner se negó pensando que no se iba a animar a votar de esta manera.
Cobos es el político con mejor imagen de la Argentina porque la gente lo percibe como un límite al poder de Kirchner y como un opuesto a él en estilo y personalidad. Kirchner es extremista y Cobos representa la moderación. Su renuncia hoy generaría una crisis político-institucional que agravaría la ya difícil situación de gobernabilidad.
No hay que remontarse demasiado hacia el pasado para encontrar un ejemplo de crisis entre Presidente y el Vice. Hace 10 años, en el 2000, la renuncia del Vicepresidente Álvarez por discrepancias con el Presidente De la Rúa fue el detonante político de la crisis económico-social más grave de la historia argentina y la político-institucional peor desde el reestablecimiento de la democracia.
La cuestión es si en este contexto se logrará mantener la gobernabilidad en los veintidós meses que restan hasta la finalización del mandato. Más allá del enfrentamiento del Poder Ejecutivo con el Legislativo y el Judicial, y del conflicto entre la Presidente y el Vice, lo que suceda en el PJ es una clave central.
En el Senado, el peronismo oficialista tiene 32 senadores y el disidente 13. Si el bloque se hubiese mantenido unido y en consecuencia fuera un bloque de 45, como sucedió hasta el conflicto con el campo, el oficialismo hoy mantendría el control de esta Cámara. A su vez, en Diputados el peronismo que responde a Kirchner tiene un bloque de 87 legisladores y el opositor de 35. Si se hubiera mantenido unido sería hoy un bloque justicialista de 122, muy cerca de la mayoría de 128.
Es decir que es la división del PJ la situación política que ha provocado la pérdida del control del Congreso por parte del oficialismo y en consecuencia en esta fuerza política se encuentra la clave de la gobernabilidad.
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